CARAMELEROS, BUSES Y PASAJEROS
"No he venido a ofenderle ni mucho menos a incomodarle". Un problema diario en la ciudad de Guayaquil y que a muchos quienes nos transportamos en los vehículos públicos nos resulta incómoda la visita de los llamados carameleros, no sólo por interrumpir la estancia, que de por sí no es tan agradable en los buses, sino también por la forma en que estos vendedores ambulantes amedrentan e intimidan a los usuarios para que compren sus productos.
Hay de todo, padres desempleados que buscan desesperadamente una salida a su inconveniente y así llevar dinero a su hogar; patanes, desaliñados, irrespetuosos y fastidiosos sujetos se empeñan en infundir miedo a la ciudadanía para conseguir dinero que todos sabemos para qué lo necesitan: drogas.
Los chóferes les permiten el ingreso porque nunca se sabe con exactitud de qué tipo de persona se trata, porque como humanos no podemos ser indolentes y debemos ayudarnos entre sí. Sin embargo, por el mero hecho de ignorar las intenciones del vendedor ambulante, el permitir que suban, muchas veces, termina en robos a mano armada que incluso han terminado con la vida de inocentes.
Como ciudadanos no exigimos más que un control sobre dichos casos, los que por lo general no son monitoreados como deberían serlos. Realizar un chequeo de vendedores autorizados para evitar a toda costa que situaciones como éstas se presenten a diario en el transporte público y erradicar el problema de raíz.
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